martes, 18 de agosto de 2015
Recuerdos de una Vida
Son en estas noches, vacías de toda esperanza e ilusión de vivir, en las que más me acuerdo de ti. Recuerdo esa risa que solo muestra un hoyuelo, ese gesto tan tuyo que es una mezcla de recriminación y el más puro cariño. Desde que te fuiste no he vuelto a ser el mismo, jamás volveré a serlo. Te echo de menos, y echo de menos cómo me sentía contigo. Me abandonaste sin avisar, sin tan siquiera una nota con un simple “adiós”. No poder despedirse es una de las peores sensaciones que se pueden experimentar, la frustración se apodera de mí y revuelve mis entrañas hasta quebrar mis defensas. Sé que no volverás, y quizás eso sea lo más doloroso, tener la certeza de que el camino que emprendiste no tiene retorno, que jamás volveré a verme reflejado en esos ojos miel que tanta dulzura albergaban. Soy consciente de que no deseabas irte, que no fue tu voluntad, que tu hogar soy yo. Debes perdonarme que ahora yo te abandone, pero la sola idea de no sentirme reconocido en tu mirada me partía el alma. Sí, tu cuerpo sigue ahí, dañado por la edad y las inclemencias del tiempo y la vida, pero dentro no estás tú, sólo una mente en blanco de la que yo no formo parte. Nunca podré olvidar el día que abriste los ojos al alba y te asustaste al mirarme, una parte de ti, la que te daba significado, se había fugado con aquel bastardo al que llaman Alzheimer. Ahora todos los momentos de nuestra vida juntos permanecen sólo en mis recuerdos, y no puedo soportarlo. He intentado ser fuerte, por ti, por mí, pero no puedo, no sin tu apoyo. Hoy me despido de todo, que me perdonen pero no quiero una vida en la que no estás tú.
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