martes, 18 de agosto de 2015

La Espera Sin Fin

El niño y la niña miraban por la ventana. Ambos esperaban ver a sus padres aparecer. Ella llevaba ese vestido rosa que tanto la gustaba ponerse en su cumpleaños, la hacia sentirse una princesa. Él llevaba los mismos harapos de siempre, quizás con alguna mancha o descosido más. Estaba claro que pertenecían a mundo distintos, la niña vivía en una vivienda unifamiliar con un amplio jardín junto a su adinerada familia, y el niño vivía en una vieja casucha que parecía que en cualquier momento se iba a caer sobre su cabeza. Ella lloraba cuando la obligaban a comerse las verduras, él lloraba cuando su madre, conteniendo las lagrimas, le decía que no tenía nada para darle. La niña esperaba que su padre la trajera la última moda en muñecas inteligentes, el niño aguardaba por lo que su padre hubiera podido coger del contenedor de basura situado detrás del supermercado. Aquellos hombres no tenían nada que ver el uno con el otro, eran polos opuestos, jamás habrían mantenido una conversación, y mucho menos, una amistad. Pero el camino de ambos se cruzó por primera y última vez ese día. Era hora punta en una de las calles más transitadas de la ciudad, y en un momento determinado, en tan solo un segundo, el pobre hombre miró asombrado la elegancia y el porte que su homólogo desprendía. A la par, éste posó sus ojos en las ropas del paupérrimo hombre con gesto de desaprobación, y entonces sucedió. Uno de los muchos coches que se enfilaban aparcados al lado de la vía de paso justo al lado de donde se encontraban en aquel momento emitió un agudo y estridente sonido que hizo que los hombres se llevaran las manos a sus doloridos oídos. Acto seguido explotó en una gigantesca llamarada que absorbió todo a su paso en el rango de varios metros, engulléndoles por completo junto al cuartel de la policía local. Tras varias horas, la niña y el niño no comprendían qué les había sucedido a sus papás, por qué les habían abandonado, por qué se habían esfumado en la nada, ¿Habrían hecho algo mal? ¿Ya no les querían? ¿A dónde habrían ido? ¿Querrían ahora a otro niño más que a ellos? ¿Qué sería de ellos ahora? Tantas preguntas y tan pocas respuestas.

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