domingo, 20 de noviembre de 2016

Que te vayas. (MásVeinticuatro)



Que sí, que te vayas.


Que no, que no vuelvas.


Que no me voy a morir por dentro cuando me faltes, ni me va a doler el vacío que dejes en mi interior.


Que me da igual pasarme noches enteras llorando porque no estás conmigo, porque ya no están tus manos para protegerme.


Que no me importa que no vuelva a ser tu sonrisa lo primero que vea cada mañana.


Que puedes irte tranquilo, que me da igual si no vuelvo a verte, a sentirte.


Que no voy a echar de menos tus besos, tus caricias, que te preocupes por mí, que me enseñes a ser feliz.


Que no te perdono lo que me hiciste. Que no voy a soportar otra humillación. Que no voy a tolerar que me degrades. Que no soy tuya. Que porque decida compartirme contigo no te pertenezco. Que no puedes controlar mi vida.


Que no me importa que llores. Que no quiero tus disculpas. Que no me creo tus palabras. Que no puedo seguir con esto. Que no quiero depender de ti. Que tus promesas ya no sirven de nada.


Que puedes cambiar. Que puedes arreglarlo. Que puedes volver cuando me hacías feliz. Que no ha sido para tanto. Que no volverá a ocurrir. Que ya pasó. Que no sirve de nada vivir en el pasado. Que todo va a ser distinto ahora. Que nunca me vas a perder. Que siempre voy a estar aquí. Que estamos hechos el uno para el otro. Que podría vivir sin ti, pero no quiero.


Que no te necesito, que no me importas.


Que (no) te vayas.

Que te vayas

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Liberación (MásVeinticuatro)


Solo hay una persona a la que odie en este mundo. Es la que más daño me ha hecho, aunque a la par sea la que me ha dado la oportunidad de vivir cada buen momento. Pero, hasta en esos preciosos instantes, ha estado recordándome todo lo que no soy, todo lo que no tengo. Le encanta recordarme que no tengo el cuerpo perfecto, que debería comer menos, que debería hacer más ejercicio, que debería sacrificar parte de mi felicidad en conseguir la aceptación de los demás. Que no debería contestar como lo hago, que no debo dejar al descubierto mis sentimientos, que no debo decir lo que pienso. Que no debo ser yo. Que no debo ser diferente, que no debo destacar. Me mata por dentro, las palabras me taladran y me deshacen.


Son esos momentos de felicidad, en los que aparece y me destroza. "Pero mírate, si estás gorda, qué haces con esa ropa; tápate, nadie quiere verte así". "Están contigo por pena, porque no tienes nadie más con quien ir y se sienten obligados a admitirte en su grupo, no te quieren aquí". "A nadie le importa lo que pienses, no quieren saber de tu vida, de lo que sientes; cállate y no llames la atención".


Duele. Vaya, que si duele... Por dentro y por fuera de la piel. Me castiga, con esa afilada cuchilla, recorre mi piel dejando dolor, para que sepa que lo estoy haciendo mal. Que no debo ser así. Que no debo pensar así. No. No. No. Otra gota de sangre recorre mis muslos hasta mis pies, al mismo tiempo que las lágrimas llegan a mi barbilla.


La vergüenza me consume como a una colilla. Mi vida es un cigarro en las últimas, a punto de apagarse. Soy consciente de lo tóxica que es nuestra relación. Y por eso, hoy he decidido ponerle fin. Voy a dejarla. De una vez por todas, necesito ser feliz. Quién quiere un futuro si está lleno de tormento y sufrimiento. He esperado a que estuviera en la bañera para ejecutar mi jugada final. La he agarrado fuerte y le he sesgado los brazos. Nunca había sentido tanta paz, tanta liberación. Sentía como mis fuerzas se iban debilitando, poco a poco, a medida que me desangraba hasta que, por fin, dejé de ser presa de mis demonios.

Liberación

Ángel Caído (MásVeinticuatro)


He crecido toda mi vida pensando que solo me gustaban las chicas. Hasta este año. Hay un chico en mi clase, Tray. Cada vez que lo veo algo dentro de mí se revuelve, nunca había sentido esto con nadie. Me paso las horas embobado, mirándole. Su marcada mandíbula, sus oscuros ojos, su corto pelo, su ancha espalda... Adoro mirarle y, al hacerlo, no puedo evitar que mi mente nos imagine, a él y a mí, solos, en un lugar que no puedo reconocer. Piel con piel, sus labios cerca de los míos. Dios mío, sus labios. Son el manjar más delicioso que deseo probar. Sentir su respiración en mi cuello, agarrarle de la cintura como si me fuera la vida en ello. Cuando estoy a solas en mi cama, su imagen viene a mí y finjo que mis manos son las suyas y les dejo total libertad por mi cuerpo. Deseo tan fuerte que sea mío. Cierro los ojos, tomo aliento y está conmigo. La cama arde con nosotros como combustible y en medio de las llamas grito su nombre. Por unos segundos el dolor desaparece, pero cuando vuelvo a abrir los ojos ha desaparecido.


Siempre está con esa chica que le espera en coche a la salida, seguro que es su novia. Es guapísima, he de reconocerlo, pero no hay nadie como él. Una noche, volviendo a mi casa, caminaba por una zona bastante transitada los fines de semana, pues hay varios locales. Uno de ellos es el pub gay más conocido de la ciudad. Alguna vez he pensado en entrar y amar fugazmente a un desconocido para así intentar ubicar mi sexualidad, pero es algo tan artificial que me produce repulsión. Estos pensamientos rondaban mi cabeza cuando vi a Tray, con esa chica, fumando fuera del local. ¿Era gay? Aunque lo fuera, no creo que se fijara en mí. Quizás fuera la emoción del momento, la esperanza de un futuro juntos, lo que me hizo decidir ir a él, hablarle, conocerle. Empecé a cruzar la calle, con el corazón acelerado por la adrenalina, cuando sonó el primer disparo.


Me pitaban los oídos, no comprendía qué pasaba. Los gritos y el resto de disparos sucedieron muy rápido, no era capaz de procesar lo que estaba sucediendo. Me quedé parado, en medio de la carretera, mirando fijamente a Tray. En la nube de disparos, cayó al suelo. No podía saber si se había tirado para evitar que le dispararan o es que le había alcanzado una bala. Desesperado corrí hacia él, olvidando que el asesino debía seguir por allí. Llegué a donde estaba, me arrodillé ante él, le sostuve la cabeza con mis manos, como tantas veces había fantaseado hacer, y le besé. Al menos moriría siendo amado. La sangre bañaba su camisa y el charco empezaba a extenderse a su alrededor. Confieso que estoy perdido, idiota y débil. Creo que es una prueba, creo que es el mayor caos. Miro a sus ojos, es un ángel caído. ¿Dónde están nuestros líderes? ¿Cómo pueden permitir que esto suceda? ¿Acaso su color de piel o su preferencia a la hora de amar son motivos para cometer tal delito de odio? Daría mi vida por la suya, preferiría salvarle, mi ángel caído.

Un Millón de Razones (MásVeinticuatro)



La vida me está dando un millón de razones para querer abandonar. Anoche, después de irme de casa ante el rechazo y la incomprensión de mis padres por mi forma de amar, cogí el coche para irme lejos, lo más lejos que pudiera. Las lágrimas empañaban mis ojos, el llanto apenas me permitía respirar, me quería morir. Quería desaparecer; nadie me iba a echar en falta.


Era noche cerrada y no había nadie en la calle. Callejeando por lugares desconocidos, buscaba algo a lo que aferrarme, algo que me diera un motivo para seguir adelante. Y lo encontré, al menos por un segundo. Giré la cabeza y te vi, andando mientras mirabas al suelo. Pude sentir tu dolor; algo te afligía, éramos iguales. No podía apartar la vista de tu cuerpo... y a través del retrovisor quedé prendado de ti. Levantaste la mirada hacia mi dirección y el corazón me dio un vuelco. Una intensa luz llenó mis ojos, un estridente sonido inundó mis oídos y un indescriptible dolor me golpeó desde el lateral.


Aquí estoy ahora, en la cama de este hospital, tras severas operaciones. No puedo hablar ni ver, la sedación es muy fuerte, pero oigo todo lo que sucede. No hay buen pronóstico para mí. Posiblemente no pueda volver a andar y la posibilidad de daños internos a largo plazo es alta. Tengo mil millones de razones para querer abandonar, simplemente dejarme marchar. Pero solo necesito una buena para quedarme, y esa eres tú. Hoy te he oído llegar, como cada mañana, a hacerme compañía y hablarme de ti. Aunque no me conozcas de nada, hablas de la conexión que sentiste, y a través de todo el dolor quiero quedarme... contigo.