¡Dios mío! ¿Qué ha sucedido? No puede ser… no, me niego a creerlo. Semejante atrocidad no puede haberme sucedido a mí. Siempre tengo presente la voz de mi madre recordándome que sólo hay dos tipos de personas, las buenas y las malas, y yo, después del estricto camino de acciones desinteresadas, palabras amables y sentimientos puros, me clasifico sin dudarlo en el primer grupo. Y no es que nunca haya hecho algo mal o la tentación me hubiera llevado a hacer algo de lo que me arrepienta, pero siempre he sabido enmendar mis errores, de sobra además. Por todo esto no logro comprender por qué yace mi mujer en mis brazos, ella, mi compañera hasta el final, esa persona a la que juré, y no en vano, amor eterno. Sus mejillas aún están coloradas, y sus manos están frías. Beso sus labios, pero no noto que ella me corresponda, aquello es demasiado artificial como para hacerme sentir algo. La amo. Estoy enamorado loca y perdidamente de ella. Nunca me había sentido tan unido a alguien, nos entendemos y respetamos, no podría existir mejor relación. Pero desde hace unos años, ella tiene un amante. Ambos lo sabemos, y no podemos hacer nada para cambiarlo. Ella no puede dejar de verle, él no la dejaría. Incluso cuando yo estoy con ella, noto su presencia. No entiendo por qué ha elegido a mi mujer. Es obvio que es la persona más maravillosa del universo, en caso contrario nunca me habría unido a ella en matrimonio. Pero él no la quiere, no como la quiero yo, solo busca aprovecharse de ella, absorber su fuerza vital para sí mismo. Cada noche antes de dormir le pido al cielo que la deje en paz, que se vaya de nuestras vidas y no vuelva jamás. Estos últimos meses han sido un infierno, tanto para ella como para mí. Ver como el ser que más amas en el mundo va desvaneciéndose poco a poco, vaciándose con cada exalación. Es muy duro, no se lo desearía ni a mi peor enemigo. Son las 5:42 de la madrugada y mi mujer se ha ido con su amante para siempre. Tan solo me dio un pequeño mensaje antes de fugarse, un tímido y susurrado “te quiero”, tras el cual emprendió su camino sin retorno con aquel intruso. Pese al aparente optimismo de los médicos, yo veía venir que esto podría suceder, el cáncer pocas veces deja ir a sus amantes.
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