Esta es la historia de un chico roto. No es una historia de amor, debéis saberlo. Este chico se llamaba Mott, y tuvo una feliz infancia que le convirtió en un receptivo joven que buscaba el amor. Y creyó encontrarlo, cuando conoció a Remmus. Era guapo, alto, fuerte. No podría haber imaginado un chico más perfecto, y rápidamente se enamoró de él. Pero Remmus nunca se enamoró de él, tan solo fingió quererle durante un tiempo, apropiándose de su inocencia, de su virginidad y de sus sueños. Cuando se cansó, simplemente se fue. Y ahí quedó Mott, con el alma en mil pedazos, las esperanzas destrozadas, y un acuchillado corazón que seguía latiendo por su asesino.
Le costó mucho tiempo recobrarse de aquello, de hecho nunca volvió a ser el mismo. Ese brillo en su mirada, se había apagado. Sentía que nunca volvería a amar, que nunca sería amado, que el amor no estaba hecho para él, que no merecía ser correspondido. Empezó a distanciarse más y más de sí mismo. Todas las noches tenía el mismo sueño: estaba sentado en un andén, esperando al tren. El tiempo pasaba y nadie llegaba a su andén, pero sí algunas personas al andén de enfrente. El tiempo seguía pasando, y un tren se aproximaba, pero no era el suyo. Al abandonar este la estación, ambos andenes estaban de nuevo vacíos, y él seguía solo. Era una sensación de desolación y desamparo tal, que llegado un punto del sueño, siempre sentía el mismo impulso: intentar cruzar al otro lado. Pero el resultado se repetía idéntico cada vez: se precipitaba demasiado tarde y el tren le llevaba por delante. Acto seguido se despertaba empapado en sudor y con un nudo en su interior tan intenso que solo podía pensar en él, y cuanto más lo pensaba más le dolía.
La casualidad quiso traer a Tumn a su vida una mañana de domingo, cuando salió al parque a sacar a su perro para que corriera un rato. Se sentó en un banco, como solía hacer, a pensar en sus cosas. Pero esta vez un muchacho se sentó a su lado, debía ser el dueño de la perrita con la que estaba jugando el suyo. Escuchó un "Hola", muy tímido, casi susurrado. Se giró y pudo ver cómo se sonrojaba al tiempo. "Hola, ¿Eres de por aquí? Nunca te había visto", dijo Mott. Empezaron a hablar y rápidamente congeniaron. Cuando se hizo tarde y se despidieron no se intercambiaron los números, pero el domingo siguiente volvieron los dos, a la misma hora. Tumn le recordaba a como era antes de conocer a Remmus, y le daba miedo. Le daba miedo hacerle sufrir como él lo hizo, le daba miedo volver a sentir algo, le daba miedo el amor. Pero pese a que rechazaba avanzar con aquello, seguía volviendo cada domingo a pasar la mañana con él, para luego pasar el resto de la semana pensando cómo sería su vida juntos, todo lo que podrían hacer, todo lo que podrían ser. Más esto no salía de su imaginación, era incapaz de sacarlo de ahí. Remmus por su parte no podía hacer nada, no sabía qué hacer, nunca había tenido que enfrentarse a una situación similar, y no tenía el valor ni la seguridad suficientes para dar el paso por sí mismo. Esta es la historia de un chico roto que se enamoró de otro que no tenía ni idea de coser.
¿Cómo se te ocurrió o en qué te inspiraste para el relato de 'El chico roto'? Porque casualmente he vivido una experiencia muy similar a lo que se cuenta ahí. De hecho, por otras causas, también me etiquetan de 'roto'. Igual son cosas mías y la relación solo la veo yo pero reconozco que tiene gracia el haberme encontrado con esto.
ResponderEliminarLa verdad es que me gustaría conocer al autor.
Hola Sapiens, para esta historia tuve dos dientes de inspiración principales, la frase en negrita con la que cierro el texto y la película "500 Days of Summer", me parece curiosa la casualidad y estaría encantado de contactar contigo, puedes hacerlo a través de mi cuenta de twitter @alvwinters, gracias por pasarte y comentar.
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