[ M ] Como ya no puedo valerme por mí mismo, mi pequeña (aún con sus casi treinta años, para mí siempre será mi pequeña) me ha recomendado una residencia que más bien parece un hotel. Ella no puede hacerse cargo de mi, lo entiendo, y la verdad es que el sitio es bastante bonito. He recogido todo lo que quiero llevarme conmigo con lágrimas en los ojos, es duro despedirse del escenario en el que han transcurrido los años más felices de tu vida. De todas formas no tengo miedo del por venir, es tan solo una nueva etapa, con gente nueva en ambientes nuevos.
[ X ] Hoy he conocido al hombre que vive en la habitación de al lado. Aún estaba terminando de colocar mis cosas cuando ha llamado a la puerta y se ha asomado, sonriendo, pidiendo permiso para entrar. Se ha presentado, me ha hablado de su vida, como llevaba casi dos años allí, lo fantástica que era la asistencia y lo deliciosa que estaba la comida. Estuvo como una hora hablando sin parar, tiempo que pasé sin despegar la mirada de sus profundos ojos celestes. Su vitalidad me cautivó, y cuando se disculpó para ir a tomarse sus pastillas, tuve una sensación extraña. Hacía mucho que no la experimentaba, era como un ligero cosquilleo en el estómago que me dejó con ganas de volver a verle.
[ J ] Jamás he hablado de esto con nadie, y bueno, creo que es hora de sacar todo lo que llevo dentro. Desde pequeño he sentido cosas por los chicos, además de por las chicas. Pero eran años complicados y la libertad estaba muy limitada, por lo que tuve que reprimir una parte de mí y vivir bajo la otra. Jamás he tenido ningún tipo de experiencia romántica con un hombre, pese a que estuve varios años enamorado de mi compañero de trabajo, pero él nunca lo supo, es algo que me consumía por dentro, pero no tuve el valor de confesar. La única razón por la que creo que he podido soportar esta carga ha sido mi mujer, que ha supuesto un apoyo inmenso e incondicional, aunque tampoco supo nada. Y aquí estoy hoy, libre de ataduras amorosas, familiares y morales, a mis 84 años, sintiendo mariposas por, si se me permite decirlo, el hombre más guapo de la residencia. ¿Puedo acaso enamorarme a estas alturas de mi vida? Desconozco la respuesta, pero estoy dispuesto a comprobarlo.
[ V ] Cuando la auxiliar me ha despertado cariñosamente y me ha ayudado a tomar mis pastillas de la mañana, él ha sido en lo primero que he pensado. Con lo vivaz que se le ve seguro que ya estaría vestido y dando vueltas por los pasillos dando los buenos días a todo el mundo y repartiendo sonrisas. En esto estaba yo pensando cuando oí que llamaban a mi puerta. Me giré y ahí estaba, con una sonrisa y pidiendo permiso para pasar. "Tú debes de ser el nuevo vecino, ¿Verdad? ¡Pues bienvenido al paraíso, compañero! Estoy seguro de que estarás la mar de agusto aquí...". Él seguía hablando, pero yo había dejado de escuchar. ¿No era acaso eso mismo lo que me había dicho ayer? ¿Se habría olvidado de mí? "Venga, señor Ramírez, ¿no ve que ya le contó esto mismo ayer al recién llegado?", ni siquiera había notado la presencia de aquel auxiliar. "No no no, este hombre acaba de llegar, le estoy contando un poco cómo va esto.." parecía bastante decidido a quedarse hasta que terminara de contarme todo. "No se preocupe, nunca viene mal que le refresquen a uno la memoria", dije, y el auxiliar me sonrió y siguió su ronda.
Y así, día a día, el señor Ramírez llamaba a mi puerta cada mañana y me contaba todo lo que sabía sobre el lugar, y cada día yo le preguntaba algo sobre su vida. No me importaba que cada día me contara lo mismo con distintas palabras, no me importaba que al día siguiente no se fuera a acordar de mí. Todo lo que necesitaba era perderme en su dulce mirada marina con su melódica voz de fondo.