Una casualidad, una borrachera y una noche solitaria te trajeron a mí. Lo que no me dijeron es que nuestros días, aún antes de empezar, ya estaban contados. Una cruel cuenta atrás que no se detendría hasta tu partida. Cada día que paso conociéndote, memorizando tu risa, es un día menos para tener que decirte adiós. Desde que te vi, supe que serias mi siguiente error. La siguiente persona con la que ilusionarme, ser feliz, tocar el cielo, solamente para volver a caer, sentirme solo, y echar de menos.
Una relación con fecha de caducidad puede ser más dolorosa que una que no sabes cuándo va a terminar, en la que tienes miedo de hacer planes a largo plazo por si nunca llegan. Conoces exactamente el tiempo que tienes, y por eso te propones más disfrutarlo. Cada día cuenta, cada llamada, cada beso. Se cumplen más planes, ya que sabes que es ahora o nunca. Se vive el momento. Al fin y al cabo el amor es un juego, y hemos venido a jugar, ¿no? Pues juguemos.
Si pudiera congelar un momento en el que vivir el resto de la vida, sería teniéndote encima, abrazados, desnudos y sudorosos. Ese instante de pasión, deseo y, quizás, amor. Ojalá pudiera tener tu presencia conmigo cada noche, besarte hasta que te duermas, sentirte conmigo, besarte al despertar. A veces la vida te da a probar pequeñas esencias que no te va a dejar volver a vivir. Y aún así, sabiendo que querrás más y no lo podrás tener, decides tomarlo. Porque mejor eso que no haberlo probado nunca, o al menos eso prefiero creer.
Es curioso que lo que más tenemos sea lo que a veces más ansiamos: tiempo. Queremos más tiempo. Con toda la vida por delante, con años y años por vivir, sentimos la necesidad de tener más en el momento. De alargar los días como si fueran semanas. Que una noche contigo durara un mes. Que la semana que nos queda fuera como un año. Pero el tiempo no funciona así, es el que hay, y puedes invertirlo torturándote o disfrutándolo, y, sinceramente, ya tendré tiempo de lo primero cuando te vayas, así que me quedo con lo segundo.
Quizás algún día, alguna noche, me de por pensar en lo que te voy a extrañar, en las ganas que tengo de estar contigo, en la falta que me hace tu presencia. Pero entonces sabré, que volaste buscando tu propio destino, uno en el que no estoy yo, pero sí muchas otras personas, momentos, sorpresas, decepciones y felicidad. Y quién sabe, igual algún día nuestros caminos me vuelven a cruzar, o tal vez no. Es imposible saber si el destino guarda alguna posibilidad de volver a caminar a tu lado, pero estoy impaciente por descubrirlo.