Mi mamá es la mujer más guapa del mundo. Sé que aún soy pequeño y no he visto a todas las mamás del mundo, pero estoy seguro de que lo es. Muchas noches, cuando llega, finjo estar dormido y cuando está sentada frente a su espejo, la miro desde el marco de la puerta. Veo como se quita el maquillaje, con esos suaves algodones y esos líquidos de botes de colores. Siempre llora cuando lo hace, pero no entiendo por qué. Nunca la he preguntado porque es un secreto que esté despierto a esas horas. Cuando se pasa el algodón por el ojo, su piel deja de ser clarita como es siempre y pasa a ser oscura, como morada. Otras manchas suelen aparecer por sus mejillas, en sus labios, e incluso a veces en su cuello. Los ojos se le enrojecen y se tapa las heridas con su largo pelo rubio. Cuando llora mucho, mi padre se levanta de la cama y se acerca a ella, y le besa cada una de ellas.
Mi padre tiene un carácter difícil. Suele gritar mucho cuando se enfada. Nunca lo hace delante de mi, siempre cierra la puerta y grita a mi madre, que suele acabar llorando. No entiendo qué es lo que le enfada tanto, pero da un poco de miedo cuando se pone así. Normalmente es un hombre tranquilo, amable, siempre dispuesto a ayudar a todo el mundo. Tiene muchos amigos con los que sale algunas tardes, mientras yo me quedo con mis abuelos. Cuando se encierran en la habitación y mi padre grita a mi madre pienso que no se quieren. Yo a mi gatito le quiero mucho y nunca le gritaría así. Pero por las noches, cuando les miro en secreto, veo que se quieren más que a nada.
Últimamente mi madre no va a trabajar. Se queda en la cama todo el día, duerme mucho. Hoy me he quedado en casa con ella en vez de irme con mis abuelos porque papá me ha pedido que cuide a mamá. Mientras estaba yo viendo la tele, mi madre se ha levantado de la cama y ha salido a la calle de detrás, donde casi nunca hay nadie. Desde la ventana he visto cómo un hombre la esperaba, vestido de deporte y con gorra, que le ha dado una bolsita transparente a mi madre. Parece que esperaba algo a cambio, pero como ella no tenía nada que darle, le ha pegado un puñetazo y se ha ido. Mi madre se ha caído al suelo, y mientras mis lágrimas empapaban en cristal, ha empezado a llover, poco a poco, sobre el cuerpo de mi madre tirado en la acera.