Solo hay una persona a la que odie en este mundo. Es la que más daño me ha hecho, aunque a la par sea la que me ha dado la oportunidad de vivir cada buen momento. Pero, hasta en esos preciosos instantes, ha estado recordándome todo lo que no soy, todo lo que no tengo. Le encanta recordarme que no tengo el cuerpo perfecto, que debería comer menos, que debería hacer más ejercicio, que debería sacrificar parte de mi felicidad en conseguir la aceptación de los demás. Que no debería contestar como lo hago, que no debo dejar al descubierto mis sentimientos, que no debo decir lo que pienso. Que no debo ser yo. Que no debo ser diferente, que no debo destacar. Me mata por dentro, las palabras me taladran y me deshacen.
Son esos momentos de felicidad, en los que aparece y me destroza. "Pero mírate, si estás gorda, qué haces con esa ropa; tápate, nadie quiere verte así". "Están contigo por pena, porque no tienes nadie más con quien ir y se sienten obligados a admitirte en su grupo, no te quieren aquí". "A nadie le importa lo que pienses, no quieren saber de tu vida, de lo que sientes; cállate y no llames la atención".
Duele. Vaya, que si duele... Por dentro y por fuera de la piel. Me castiga, con esa afilada cuchilla, recorre mi piel dejando dolor, para que sepa que lo estoy haciendo mal. Que no debo ser así. Que no debo pensar así. No. No. No. Otra gota de sangre recorre mis muslos hasta mis pies, al mismo tiempo que las lágrimas llegan a mi barbilla.
La vergüenza me consume como a una colilla. Mi vida es un cigarro en las últimas, a punto de apagarse. Soy consciente de lo tóxica que es nuestra relación. Y por eso, hoy he decidido ponerle fin. Voy a dejarla. De una vez por todas, necesito ser feliz. Quién quiere un futuro si está lleno de tormento y sufrimiento. He esperado a que estuviera en la bañera para ejecutar mi jugada final. La he agarrado fuerte y le he sesgado los brazos. Nunca había sentido tanta paz, tanta liberación. Sentía como mis fuerzas se iban debilitando, poco a poco, a medida que me desangraba hasta que, por fin, dejé de ser presa de mis demonios.
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