Esperé a que saliera por la puerta aquella mañana. Oí como se levantaba, se duchaba, se arreglaba y se iba. El corazón me latía con fuerza, pero me hice la dormida. No estaba dispuesta a soportarlo ni un día más. Me levanté, me vestí, saqué todo el dinero que pude del banco y me fui. Simplemente me fui, cogí un autobús que me llevaría lejos, a una ciudad de costa, siempre quise vivir cerca del mar, y qué mejor lugar para empezar de nuevo.
Miré cómo el sol caía sobre mi regazo mientras el autobús recorría interminables carreteras. Y entonces vino, esa melodía. Era tan dulce, pero a la vez tan fuerte, me hizo sentir que formaba parte de algo. Y toda la tristeza de mi interior se derritió, por fin era libre. Lo que tanto ansiaba, una vida en la que no dependiera de nadie. Y menos de un impresentable como era ese al que solía decir marido. No me quería, nunca lo hizo. Cuantos más kilómetros hay entre nosotros, más claro lo veo. Alguien que te quiere no te grita, no te mira con cara de asco, no te desprecia. Alguien que te quiere no te golpea. Ni el primer tortazo cuando te enfadas, ni el empujón cuando no le haces la cena, ni la violación cuando no te apetece. Y lo peor de todo, el silencio cómplice en el que te sumes, por miedo. Por miedo a que se sepa, por miedo a acabar en boca de todos en el pueblo. Porque todo el mundo se cree con derecho a opinar, pero la que has vivido esas circunstancias eres tú. No son ellos los que se han pasado las noches llorando en silencio para que no te oiga. Ni son ellos los que han sentido su corazón acelerarse al oír la puerta abrirse por miedo al humor que traerá ese día de trabajar. Ni tampoco los que han tenido que fingir estar enfermos para que el resto no se enteraran de que tenían el ojo morado.
Pero ya no tengo miedo. Ahora empiezo de nuevo. He escapado de sus gritos, de sus "Yo te necesito", de sus "¿Dónde has estado?". Pese a estar con él, nunca me había sentido tan sola. Con él me sentía de menos, inútil, prescindible, reemplazable. He estado desesperadamente sola. No he encontrado a ese alguien que de verdad me complemente y me aporte lo que necesito, apoyo y comprensión, cariño y respeto. Creo en la divinidad, y en la posibilidad. Sé que encontraré a alguien, pero ahora mismo no lo necesito. Me siento libre, independiente, por fin he tomado las riendas de mi vida y no va a haber quien me pare. Encontraré un empleo y viviré por y para mí. Como la luz de un faro en el mar, siento que la esperanza me ha seguido. Nunca pensé que podría sentirme así, y por fin puedo decirlo: soy feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario