domingo, 28 de agosto de 2016

El Viaje (MásVeinticuatro)

Quiero huir. Dejarlo todo atrás. Atrás para siempre.

No quiero volver, no quiero volver, no puedo volver.

Compro un billete de tren. Sé que no debería.

Sin pensarlo más, cojo el tren. Va muy rápido. Me mareo.

Todo da vueltas. A través de la ventanilla no se ve nada.

Cada vez va más y más deprisa. Siento una arcada.

Parece que decelera, o al menos no ya no acelera.

El vagón es muy pequeño, me agobia, no puedo respirar.

Quiero salir. No puedo, no puedo, no debo.

Fundido a negro, parece que paso un túnel.

Cada vez respiro más despacio, me siento como si flotara. 

Todo ha desaparecido, el dolor, la angustia.

Nada me importa, soy libre, soy libre, soy feliz.

Salimos del túnel, la realidad vuele a golpearme.

Ya no floto, y siento una punzada de dolor detrás de la cabeza.

El dolor persiste, se intensifica, me taladra por dentro.

Apenas respiro, me falta aire, necesito aire.

Todo se tambalea, miro por la ventana, solo se ve mar.

El tren ha llegado al mar y no se detiene, se adentra.

El nivel del agua va superando la ventanilla, me sumerjo.

Entonces la locomotora se detiene, para siempre.

No puedo moverme, tengo los ojos abiertos fijos en el agua.

Pero... no es el mar, es el fondo de un retrete.

No es un vagón, es un cuartucho de baño.

No es un billete, es un blíster de pastillas.

No era una locomotora, era mi corazón.




domingo, 7 de agosto de 2016

Celos (MásVeinticuatro)

Siempre he sido una persona celosa. Odio que se apropien de lo que considero mío. Y eso me pasaba con ella. No era mía, pero sí el privilegio de que cada mañana me eligiera a mí como su compañero. Que decidiera compartirse conmigo. No necesitaba poseer su cuerpo, me bastaba con su corazón. Todo era perfecto, casi demasiado para ser real. Viví en esa burbuja bastante tiempo, el suficiente para acostumbrarme a ella. Me amoldé a su forma de ser, a sus necesidades, sus gustos, sus pequeñas manías y sus enfados. Sabía que si discutíamos, lo más probable es que yo me hubiera equivocado. No creo que la faltara de nada, y menos aún de cariño, pues la brindaba con todo el que poseía, servido en bandeja de mi más sincero romanticismo. 

Pero últimamente la noto distinta, ausente. Como si pensara en otro cuando está conmigo. Alguien que no puede quitarse de la cabeza, que la está conquistando poco a poco, en su interior. Es posible que le aporte algo distinto a lo que yo la tengo habituada, al fin y al cabo somos seres de costumbres y tendemos a acabar sumiéndonos en la rutina. Siempre que la pregunto me responde con evasivas, no quiere tratar el tema. Me duele verla tan distante. Ya no ríe de forma sincera, con esas carcajadas que inundaban mis oídos de alegría. No se muestra predispuesta a organizar grandes planes juntos, de esos que organizas con meses de antelación para que todo salga perfecto. Llora mucho por las noches. Cree que no la oigo, que ya estoy dormido, pero puedo sentir su dolor. Me parte el alma verla desmoronarse. Sabe que estoy para apoyarla, pero no me lo pide. Quizás no crea que estoy preparado para afrontar la verdad. 

Cuando llegue del trabajo, ella ya no estará. Los celos me consumirán. Por qué no me ha elegido a mí. ¿Tenía acaso elección? Seguro que se ha visto obligada a abandonarme. O quizás simplemente se cansó. Dios sabe que luché por ella, desde que supe de su existencia hasta el momento en el que me abandone. Y ese momento llegará. No lo podré soportar, la necesito de vuelta, no sé qué hacer sin ella. Seré el barco que se estrella contra las rocas porque el faro se ha fundido y no puede indicarle el camino. Es una pérdida de tiempo buscar responsables de los hechos. Al fin y al cabo, cuando sientes celos de la muerte, ¿a quién debes culpar?