domingo, 29 de mayo de 2016

Julia (MásVeinticuatro)

Fuimos arte. Fuimos todo lo que quisimos ser, todo lo que deseamos, todo lo que añoramos, todo lo que soñamos. Una llama enorme que cubrió el firmamento e iluminó el universo, por un instante. Una combustión espontánea, una química explosiva, un deseo inflamable. Lo fuimos todo, y a la vez nada. Nunca signifiqué nada en tu vida. Nunca me consideraste más que un amigo. Un amigo con el que te saludas con un beso en la boca, un amigo al que deseas con toda tu alma, un amigo que te hace arder las entrañas de pasión con una mirada. Te deseo tanto, aún hoy, que me duele al pensarlo. Estoy relleno de cenizas, de los restos de tu amor. Me disparaste con tus labios a quemarropa, y te desentendiste de mi inerte ser. Huiste, despacio y sutilmente. Te fuiste, y me abandonaste a la desidia y al olvido. Yo mismo me curé los hematomas, me lamí las heridas y aprendí a recomponer mi interior. Hice lo que pude, aunque no fue gran cosa. 

Admito que volvería. Volvería a amar, a besar, a sentir, a vivir, a gozar, a llorar, a sufrir y a volver a empezar. Mientras tú me has olvidado, yo sigo esperándote. Con la ilusión con la que un niño espera sus regalos de navidad, con la esperanza de un enfermo terminal, así te espero yo. En el fondo no soy tan diferente de ellos: soy una figura inocente y frágil que espera la llegada de un futuro tan incierto como veraz, como inminente, como inevitable. Sé que no vas a volver, no como yo quiero que lo hagas. No volverás a brindarme la llave de tu corazón. La tuve, pero cambiaste la cerradura y arrojaste la original al fondo de un pozo, al que por otra parte, saltaría aún sabiendo que no volveré a salir. 

Voy a recomponer mis entrañas y buscar a alguien que me merezca. Alguien que se preocupe por mí, que lo dé todo por mí. Que me quiera más que a sí mismo, millones de veces más de lo que tú lo harás jamás. Que me brinde la posibilidad de ser feliz. Que me dé una familia, un proyecto de presente y futuro. Que sea perfecto en todos los aspectos. En todos menos uno. Que no serás tú. Y volverás a mí, como el asesino que vuelve a la escena del crimen, y pretenderás que vuelva a caer por ti, que renuncie a mi vida de ensueño. Y créeme cuando te digo, que si así me lo pides, lo haré.

martes, 17 de mayo de 2016

Soy una ruina (MásVeinticuatro)

Sabía que esto acabaría pasando, pero aún así me arriesgué. Quizás fue egoísta por mi parte, pero no te obligué a hacer nada que no quisieras. Fuimos unos prófugos del amor, huyendo de todo y todos, viviendo nuestra pasión en secreto. Fuimos libres, fuimos puros. Dejamos que el corazón dominara nuestro juicio, y abrazamos la locura. Lo significas todo para mí, y no te dejaré ir. Ahora eres mío, me perteneces, tú y todo lo que implicas. Sé que estoy jugando con tu corazón, y que podría hacerlo mejor. El amor es una batalla sencilla, conozco cada movimiento a la perfección, muevo los hilos a mi conveniencia. Sé que no es justo ni es lo correcto, pero es todo lo que puedo ofrecer. Es difícil decir adiós, y muy fácil vivir la vida del amante fugaz.

Acabaron encontrando las pruebas, tus huellas sobre mi cuerpo. Era demasiado tarde para correr, estabas atrapado. Nunca seré libre, no está en mi naturaleza. Tengo un compromiso de por vida del que no puedo huir, ni tampoco quiero. Al final del día, necesito volver a ello, forma parte de mi. Soy la perfecta encarnación de la toxicidad. Destruyo todo lo que toco, tarde o temprano. Soy el antítesis de Midas, soy el oro que todo lo arruina. He asumido mi destino, y solo me queda disfrutar de ello dentro de los límites que me establezco, y al instante sobrepaso. Hay algo dentro de mi que me susurra, que condiciona mi vida. Me siento como una nueva persona (pero cometeré los mismos viejos errores). Tomo nuevos caminos (pero no sabré cuando he ido demasiado lejos). Cambiaré de vida (pero no será lo correcto). 

Todo tiene sus consecuencias, y hoy te veo, consumido, tan solo polvo fruto de la combustión. Mi dueña ha acabado contigo. Mi dueña soy yo misma. No eres como yo, no eres capaz de renacer de entre las cenizas y volver a empezar. Me duele verte así, pero no puedo hacer nada. Es ley de vida. Pronto encontraré a alguien como tú, y todo volverá a empezar. diferente chico, pero la misma historia. Cuando tú intentabas construir una vida conmigo, yo construí una vida para tres. Una multitud, a tu parecer. Eres incapaz de mostrar lo roto que tienes el corazón, ahora que he acabado contigo. Te lo advertí: Voy a arruinarte la vida si me dejas quedarme.

domingo, 1 de mayo de 2016

Lecciones de Papá (MásVeinticuatro)

Llegué a este mundo siendo la niña de papá. Sus ojos al mirarme denotaban lo mucho que me adoraba. Siempre volvía lo antes posible del trabajo, y pese a estar exhausto, me llevaba de paseo. Recuerdo nuestras interminables charlas, cómo no paraba de preguntarle por todo, quería ver el mundo a través de sus ojos. Siempre le tuve una admiración enorme. Me enseñó a bailar, me sostuvo la mano cuando me caí, siempre estuvo ahí para mí. Cuando fui algo más mayor, me llevaba en su moto, me enseñó a jugar al blackjack, y siempre repetíamos la misma rutina cada sábado: él se sentaba en el sofá, y yo le preparaba su té preferido, con algo de whisky. Entonces empezaba la lección. Me aconsejó sobre tantas y tantas cosas útiles en la vida, que pese a parecer imposible poder recordar todas, aún lo hago y lo tengo presente cada día de mi vida. Mi padre hizo una soldado de mí. Tenía que ser una chica dura, no debía permitir que me tomaran el pelo. Él no era tonto, y me advirtió sobre hombres como él, y cómo tenía que evitarlos, solo jugarían conmigo y me harían daño, tal y como hizo él en su juventud. 

Siempre acababa diciéndome que el día que él faltara, cuidará de mi madre y vigilara a mi hermana, que fuera una mujer fuerte. Yo siempre se lo prometía, pero veía tan lejos ese día, que cuando llegó me pilló por sorpresa. Cuando me lo dijeron bajé la cabeza, cerré los ojos, y pude verle, con la cabeza alta, su rifle en la mano derecha y jurando sobre la biblia, diciéndome que no llorara, que él siempre estaría conmigo. Casi podía sentir cómo me abrazaba, y no derramé ni una sola lágrima, sería como él me enseñó.

Cuando los problemas llegaron a la ciudad, años después, supe cómo actuar. Me enseñó a pelear, aunque no siempre estuviera bien, pero me decía que era por mi seguridad, para que nadie pudiera abusar nunca de mí. Una noche, en mi club favorito, un musculoso hombre se me acercó y empezó a bailar conmigo, a acercarse cada vez más, hasta que fue demasiado. Le dije que se fuera, que no quería nada con él. Siguió insistiendo un buen rato, hasta que se me quitaron las ganas de estar allí y decidí volverme a casa. Cuando me di cuenta de que me estaba siguiendo era demasiado tarde, estábamos en una zona algo oscura y totalmente solitaria, solos los dos. Gritar no me habría servido de nada, la música del local estaba muy alta como para que nadie de allí pudiera escucharme. Se acercó a mí, me agarró de la cintura y me atrajo hacia él. Intenté zafarme, pero era mucho más fuerte que yo. No pretendía acabar con su vida, sé que no está bien, no puedo sacármelo de la cabeza. La situación se había vuelto muy complicada, y no vi otra salida. Sabía lo que debía hacer. Mi padre me dijo que disparara.